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Hola.

Soy Ton, y todavía recuerdo la primera vez que escuché la risa de mi hija.

Era de noche. La estaba bañando antes de dormir y, de repente, escuché una carcajada. Embobado y sonriente, bajé la mirada para ver cómo la había hecho reír -¿Cosquillas?, ¿Un gesto tonto?–. Ni os imagináis lo que había pasado.

Mi hija estaba sosteniendo entre sus manitas una minúscula, traslucida y colorida esfera de donde provenían unas intrigantes vocecitas. Lo primero que hice fue ignorarlo -¿la falta de sueño me estaba volviendo loco?- pero entonces, cinco entrañables seres rechonchos aparecieron ante nosotros.

La amorosa y azulona Sha se acercó a mi hija saltando con sus patitas-muelle y le pidió que dejase de apretar a su planeta, pero, como es obvio, la bebé no le hizo ni caso. Le expliqué a Sha que los bebés no saben hablar. “¿Cómo?”; dijo nervioso Opo “¿y qué hacemos ahora?”. Aca pensaba, mientras Bow calmaba al pequeño Tok con los ojos ya humedecidos. Como no quería volver a escuchar
un sólo llanto más, actúe rápido. Le ofrecí el dedo meñique a mi hija y ésta liberó la esfera.

“¡Wawaland era libre!”. Así se llamaba su planeta.

Los Wawies (así los bautizamos) celebraron tal proeza con fervor. Sha incluso se acercó para felicitarme por mi extenso conocimiento sobre “bebés” -Ninguna felicitación me había hecho sentir tan bien nunca-.

A partir de aquel día, nuestros nuevos amigos empezaron a visitarnos día tras día. Aquellas habituales visitas me ayudaron a conocerlos mejor:

Aca se preocupa porque te sientas orgulloso de ser tú mismo, Bow te muestra que menos es más, Sha escucha para entender cómo piensas e intentar ayudarte, Opo te traduce a los animales y las plantas que te rodean y Tok es el compañero de aventuras perfecto porque todo le parece alucinante.

Creo que su forma de ver las cosas me ayudó a generar un vinculo cercano y sincero con mi hija. Con el tiempo, empecé a pensar en el resto de padres e hijos, en cómo nos relacionamos, y en lo bueno que sería que nuestro mundo se pareciese un poco más a Wawaland y a sus habitantes.

Un día, hablando al borde de la cuna con Sha y Opo,  me propusieron ayudarles a transmitir los valores de su planeta en la tierra. Todo un reto.

¡Y aquí estamos! Intentando que Wawaland y su mágico universo, sirva para ayudar a que los niños crezcan sintiéndose libres, conscientes y felices.

Firmado

Ton Pernas
(Espontáneo descubridor de Wawaland)